¿Cómo hago para que alumnos de kínder presten atención a mi clase?

«Sé el adulto que necesitabas cuando eras niño». —Anónimo

¿Recuerdas algún maestro o maestra que tuviste en la infancia? ¿Cómo era? ¿Te gustaba su clase? ¿Te divertías? ¿Te daba miedo? ¿Te regañaba? Será muy difícil recordar, tal vez, un momento de tu edad preescolar, pero si lo logras, seguramente es porque te marcó totalmente.

Los maestros tenemos una responsabilidad muy grande en nuestras manos. Me gusta decirlo así: tenemos el futuro de nuestro país. ¿Cómo queremos que crezcan estos niños? Tal vez pienses que solamente estás dando una clase, pero, en realidad estás inspirando, estás formando a los adultos del mañana.

Desde mi experiencia docente y laboral, desde mi experiencia en el amor, quisiera darte 3 tips que funcionaron en mi salón de clases.

1. Transforma tu salón en un «oasis». Los alumnos vienen de casa con problemas, con gritos, con abandono, con golpes. Permite que tu salón sea un espacio en donde se sientan seguros, en donde haya un adulto que cree en ellos, en donde haya palabras de afirmación y motivación: «¡Wow! Lo haces increíble». «¡Lo lograste!». «Esta vez no pudiste, pero estoy segura que la próxima vez lo lograrás». «Ven, te ayudo a lograrlo».

2. Respeta y honra a tus alumnos. «Honra» es una palabra poco usada. En el diccionario leemos que: «es la acción de apapachar, de hacer sentir al otro apapachado, abrazado». Honrar a nuestros alumnos es hacerles ver sus virtudes, mencionar sus cualidades, creer en ellos, creer que Dios los ha dotado de virtudes únicas, que los ha hecho a imagen y semejanza de Él. En nuestros libros, hay ejemplos explícitos de honra a los niños. Respetar a los alumnos, empieza desde decirles: «Voy a ayudarte a quitar tu chamarra» y no solamente de manera brusca llegar y quitarla. Respetar es escuchar su opinión, es guiar para que los demás compañeros respeten su momento de hablar en voz alta. Respetar es dirigirte hacia ellos como si sus papás estuvieran ahí todo el tiempo, como si alguien que pudiera defenderlos estuviera escuchado cómo te diriges hacia ellos, pues muchas veces lo hacemos de manera brusca e irrespetuosa, incluso intimidante.

3. Ama a tus alumnos. En 1 Juan 4:18 dice: «En esa clase de amor no hay temor, porque el amor perfecto expulsa todo temor. Si tenemos miedo es por temor al castigo…». Nuestros alumnos podrán mostrarse temerosos al expresarse, temor por el castigo que pueden recibir después de haber fallado, pero si nosotros los amamos, si nosotros estamos conscientes de que también fallamos, abordaremos cada situación desde el amor, desde el perdón y desde la gracia. Brinda amor genuino a cada uno de ellos, ama lo que son, ama en lo que se convertirán, ama su propósito. Lo necesitan y está en tus manos darlo.

Con estos 3 tips, se queda en segundo plano el que los alumnos presten atención a tu clase, pues habrás creado una conexión con ellos, que inevitablemente, cautivará su atención.

Sé que no será sencillo, porque tal vez crecimos con ejemplos totalmente diferentes, pero siempre que inicies tu clase, piensa en esto: «¿Cómo me hubiera gustado que fuera mi enseñanza en la escuela?»

Creo firmemente, que desde nuestro salón de clases podremos cambiar el futuro de muchos adultos, de muchos niños que crecen con heridas y se disfrazan de adultos.

Es verdad, no podemos cambiar la vida de todos los alumnos, pero sí podemos brindar una esperanza, podemos mostrar, a través de nuestras acciones, a Aquel que es el camino, la verdad y la vida.

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