Educa sin gritos

¿Alguna vez tu madre o tu padre alzaron la voz? Creo sin duda que tu respuesta será «Sí» y ahora mismo estás recordando la razón o momento cuando lo hizo.

Ahora que trajiste a memoria ese momento, ¿recuerdas lo que ese grito te hizo sentir? Posiblemente lo recuerdes o tal vez lo olvidaste, pero estoy segura de que ese grito provocó en su momento algo en ti.

Cuando yo era niña y entré a la primaria, la clase de matemáticas se convirtió en una de mis pesadillas. Batallaba con las sumas y multiplicaciones; las fracciones no eran para nada mis problemas favoritos, pero recuerdo que a veces en algunas de esas tareas, mi madre perdía la paciencia y levantaba la voz cuando al preguntarme le daba una respuesta incorrecta.

Pero ¿a qué voy con esto? Que es muy fácil perder la paciencia y levantar la voz.

Estoy segura de que muchas veces tus hijos preguntaron algo y tu respuesta fue «No», pero fue tanta su insistencia que te sacaron de «quicio» y levantaste la voz para que «dejaran de molestar» y te dejaran tranquilo. Tal vez te vas a sentir identificado con esta u otra situación.

¿En realidad conseguiste cambiar su conducta subiendo el tono de voz? Posiblemente al momento sí, pero a largo plazo creo que no. Estoy segura de que han existido más situaciones en las cuales has vuelto a levantar la voz, pero es por una razón: los gritos no educan. 

Es muy común ver a un padre o madre gritarle a su hijo porque «lo está educando para que aprenda» pero lo cierto es que sólo está causando efectos negativos sobre él.

Efectos negativos que causa gritarle a un niño:

  • Miedo e inseguridad (afecta su autoestima y confianza en sí mismo).
  • Ansiedad y estrés (afecta su bienestar emocional y físico).
  • Comportamientos agresivos y violentos (afecta la forma de lidiar con la frustración y estrés).
  • Problemas de comunicación (afecta la relación padres-hijos).
  • Traumas emocionales (puede afectar su salud mental a largo plazo).

 

La Psicóloga Henar Martín López, miembro de la Cooperativa Idealoga Psicología, dijo: «Nuestro cerebro identifica esa situación como peligrosa y se pone en alerta. Por eso se generan diferentes sustancias en el cerebro como el cortisol, que es la hormona del estrés. Si solemos gritar, en el cerebro de nuestras hijas e hijos se libera una cantidad muy alta de cortisol que conlleva una desregulación emocional, activándose así un estado de alerta continuo. La consecuencia es que sientan miedo cada vez que casi les miremos, y sientan inseguridad con sus figuras de referencia».

Ante lo mencionado, es importante recordar constantemente que un grito no es sólo un grito, sino que es algo que trasciende e impacta en la vida de los niños. 

Los gritos son parte de la violencia verbal y psicológica. Cada vez que vas a levantar la voz, estás a punto de intimidar, desvalorar y causar un efecto de inferioridad sobre lo que Dios te ha llamado a honrar.

Educar sin gritos sí se puede.

Siempre habrá momentos donde quieras gritar, eso te lo aseguro, somos humanos. Constantemente estamos bajo estrés, frustración; tal vez en ocasiones tristes o desesperados, pero los niños no tienen que ser arrastrados por nuestras circunstancias. Nunca debe ser una justificación.

Para poder educar sin gritos necesitas:

1. Conectarte con Dios.

Estar conectado a Dios y su Espíritu Santo es muy importante ya que a través de la comunión puedes acrecentar los frutos del espíritu que son: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio. Gálatas 5:22 (NTV).

Además, Dios es quien conoce tu corazón y el de tus hijos. Sólo él puede enseñarte el mejor camino y brindarte lo que necesitas para educarlos de la mejor forma.

2. Autocontrol emocional.

Es fundamental que aprendas a identificar, controlar y manejar tus emociones para evitar explotar en situaciones difíciles o de estrés.

3. Comunicación efectiva.

Comunícate de forma clara y efectiva con tus hijos; no cierres tus oídos aunque su pregunta y tu respuesta sean repetitivas por un tiempo. Evita que la comunicación entre ustedes se vuelva negativa.

4. Empatía y comprensión.

Ponte en el lugar de tus hijos y comprende sus necesidades y sentimientos. La empatía y comprensión te ayudarán a fomentar la confianza.

5. Modela un buen comportamiento. 

Todos los padres se vuelven ejemplo para sus hijos. «Cuando esté grande quiero ser como mi papá», dicen muchos niños. ¿Por qué? Porque ven en ti un modelo a seguir.

Debes ser el modelo a seguir no sólo en tus actos, sino en cómo manejas las emociones y resuelves conflictos de manera positiva sin llegar a los gritos.

¡Ellos lo ven y entienden todo! Lo que tú haces hoy, mañana ellos lo harán.

6. Paciencia y perseverancia.

Sé paciente aunque sientas que la situación te supera. Sé perseverante en educar sin gritos.

«Mejor es ser paciente que poderoso; más vale tener control propio que conquistar una ciudad». Proverbios 16:32 (NTV).

Si has gritado a tus hijos, no te condenes por lo que ya pasó. A partir de hoy toma la decisión de cambiar la forma en que educas y reafirma la forma en que honras la vida de tus hijos, la bendición de Dios en tus manos.

Bibliografía:

https://elpais.com/mamas-papas/2020-12-08/gritar-a-los-ninos-de-forma-continuada-tiene-un-efecto-en-su-cerebro-similar-a-la-violencia-fisica.html

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