Leer: regalo, no tortura

¿Quién no ha visto los videos que circulan por las redes en donde un papá o maestro está tratando de enseñar a un niño a leer y nos reímos de los pobres intentos del niño que al final termina llorando? A muchos nos parece gracioso, pero no tomamos en cuenta que los efectos de esta experiencia en el niño serán profundos. 

Es muy fácil convertir el aprendizaje de la lectura en una tortura, cuando los objetivos que nos mueven son la exigencia, las comparaciones y la impaciencia. Y estos motivos vienen muchas veces derivados de pláticas con otras mamás, al ver que sus hijos ya han comenzado a leer. De pronto nos entra «el gusanito» de «¿por qué el mío todavía no?» Y entramos en un estado de ansiedad que es fácilmente transmitido a nuestros hijos. De pronto empujamos a nuestros hijos hacia nuestros objetivos, imponiendo un aprendizaje para el que muchas veces aún no están preparados. Y así, cuando menos pensamos, ya hemos convertido la lectura en una verdadera tortura.

La lectura, en cambio, debería ser vista como un regalo, algo especial que nos llena de expectativa y emoción. Y es que un regalo primero nace de un deseo. Entonces, antes de ejercer presión, primero debemos prestar atención: ¿Tu hijo ya tiene el deseo de querer leer?

Y si aún no lo hace, ¿estarías dispuesta a esperar a que lo hiciera?

Y es que a diferencia de la escuela, en casa podemos darnos el lujo de esperar hasta que la lectura surja de manera orgánica.

Pero para que tu hijo desee leer, primero debe aprender a valorar los (normalmente ignorados) protagonistas de esta historia: los libros.

Y para que esto suceda, hacen falta cinco cosas:

1. Un hogar donde haya libros interesantes. No sólo se trata de tener libros en casa, sino de tener unos que tomen en cuenta los intereses de nuestros hijos.

2. Un desorden, dentro del orden. Los libros no deben estar en los estantes solamente sino en la mesa del comedor, en el sillón de la sala, sobre la cama y quizá en el auto.

3. Papás que les lean a sus hijos. Los niños deben estar familiarizados con la lectura mucho antes de aprender a leer, y eso sólo lo vamos a lograr leyéndole a nuestros hijos, mostrándoles que los libros son divertidos y emocionantes.

4. Una dosis de paciencia. Entendamos que esta no es una carrera ni una competencia y que no existe una «edad ideal» para que un niño aprenda a leer.  El tiempo ideal será cuando nuestro hijo comience a mostrar interés por hacerlo.

5. Confianza en su capacidad. Transmitamos a nuestro hijo que confiamos en su capacidad y que puede lograrlo cuando se lo proponga.

Al final, nuestro objetivo es que nuestros hijos se vuelvan lectores, no sólo niños que sepan leer, y aquí está la diferencia: un niño que sólo sabe leer puede odiar los libros, mientras que el niño lector ama los libros desde antes de saber leer.

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